martes, 12 de mayo de 2015

Es curioso

Es curioso como la vida está tratándome. Yo siempre he sido un chico bastante pesimista (muy alegre, pero con las expectativas bajas al fin y al cabo), y siempre he sido muy conformista. No me hace falta vivir experiencias que rompan con la cotidianidad para ser feliz. Y, de hecho, no las estoy viviendo, pero en el momento en que escribo éstas líneas soy extremadamente feliz. No sé ni si me lo merezco, pero la verdad es que soy feliz en casi todos los apartados de mi día a día.

El tener un "año sabático" me ha servido para apreciar de verdad el tiempo libre, el poder vivir sin tener que estar pendiente de algún examen, trabajo o compromiso firme. Gracias a ello he podido contemplar el contraste que hay entre mi vida y la de los demás (que será igual que la mía en cuanto entre en la universidad en septiembre, pero ya me entendéis). Y ese contraste me hace sentir realmente privilegiado.

No sólo tener un tiempo libre infinitamente superior al que he tenido normalmente me ha hecho cambiar. Porque es así, he cambiado. Además, he conocido gente que ha dejado una huella imborrable en mi, y sigue haciéndolo. Es otro de los motivos por los que me siento feliz, afortunado y en deuda con la vida. Una deuda metafórica y que no podré pagar de ningún modo, por supuesto, pero que yo considero como tal.

Mis padres, por ejemplo, no acaban de comprender mi felicidad actual. Salgo poco de casa, realmente para ir a comprar, a dar una vuelta o para ir al gimnasio solamente. Pero es que no me hace falta. Ellos me entienden, en realidad, pero les cuesta concebir que a través de una pantalla también puedas estar hablando, riendo, llorando o debatiendo con alguien. Sea como sea, me dan mucha libertad, por lo que también debo estar agradecido por ello.

Y creo que ahí está el quid de la cuestión, como se suele decir.

En mi familia, el más introvertido -de lejos- siempre he sido yo. Probablemente por la falta de confianza que de pequeño me acompañó durante años. Aquél niño gordo probablemente es el causante de que ahora me cueste entablar relaciones con facilidad hablando cara a cara con desconocidos. Aquél niño gordo, por otra parte, no tiene toda la culpa, pues ya no existe y (otra vez, gracias a la vida y la genética) se ha convertido en un mozo de metro noventa que se ve muy bien al mirarse en el espejo. Con algún que otro detalle que podría pulirse, pero realmente bien. El caso es que ser un niño "de huesos anchos", como decía mi madre, me hizo desarrollar más bien poca confianza en mí mismo, cosa que, por desgracia, me acompañará siempre.

Pero bueno, volvamos al tema, que me desvío. Como decía, en mi familia soy el introvertido, por lo que siempre he preferido encerrarme en mi "mundo interior" (odio esa expresión pero hay que reconocer que expresa bien la idea) y vivir feliz en él. Yo lo considero una buena decisión, porque no me margino: en el colegio, en las excursiones, cuando quedaba con un grupo de amigos, etcétera; no era el apartado, todo lo contrario, siempre me ha gustado sentirme parte de los grupos e incluso he llegado a ser la piedra angular de alguno de éstos, cosa que no acabo de entender pero que ha sido así.

Por esa introversión que el "pequeño Raúl gordo" me dejó como herencia antes de desaparecer, las relaciones a distancia para mi significan todo lo contrario que para mi familia. Para mi familia, son relaciones que no crean valores humanos del mismo modo que las relaciones físicas, que no te hacen sentir realmente como un gran amigo de alguien (como mucho un amigo, pero nunca más que aquellos a los que conoces en persona) y que no aportan casi nada al día a día. Por otra parte, como he dicho antes, nunca han estado en contra de las relaciones a distancia e incluso les alegra que tenga amigos por todo el país, aunque no acaben de entenderlo.

Para mi las amistades a distancia no significan lo mismo que para ellos, como he comentado hace nada. Para mi, una amistad vale lo mismo ya sea con una persona que vive a 15 metros de mi que con una que esté a 988 kilómetros de mi ciudad. Es que me da igual: un amigo o amiga lo es en cualquier circunstancia. Por eso me siento afortunado por poder decir que tengo amigos, que son como hermanos y hermanas, que quiero con locura aunque no haya podido darles un abrazo o quedar con ellos todavía.

En resumen.

Doy gracias a la vida cada mañana al levantarme y abrir WhatsApp o ver Twitter y poder cómo están las personas que quiero. Cada una de esas personas que veo ahí aporta mucho más de lo que se imagina a mi vida, y siempre estaré agradecido por ello, así como por poder querer y sentirme querido. La vida es fantástica, sólo hay que tener paciencia y vivir como uno realmente quiere, no como los estereotipos te dicen que debe ser (que puede que se adapten a tu estilo de vida, no tiene nada de malo).

Gracias por todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario