Se sienta en la cama, intentando espabilarse, y se seca los ojos, humedecidos por horas y horas de sueños indeseados. Estira los brazos sin levantarlos: le faltan las fuerzas. No sabe por qué, pero sus movimientos no acusan ni un ápice de vitalidad. Al fin y al cabo, tener vitalidad implica sentirse vivo.
13 minutos
Vuelve un poco la cabeza y mira por la ventana. Un edificio blanco a poco más de 10 metros que no refleja ni un rayo de luz solar. "Nublado", piensa. "Qué ironía".
Se levanta, flojeándole una pierna, y abre la puerta de su habitación. Permanece unos segundos parado, en el pasillo, intentando escuchar a alguien, pero no hay nadie. Camina hacia el lavabo y se coloca frente al espejo. "Vaya ojeras".
Mira hacia la ducha, pero no se ve con ganas. No hoy. Vuelve al pasillo y respira profundamente, controlándose. "Mejor vamos a desayunar".
10 minutos
Abre la nevera y saca lo primero que ve. Leche y algo de embutido. Coge una taza y empieza a echar la leche, pero siente un extraño calor en la espalda que lo hace volverse de golpe. Nadie. Como siempre. Baja la mirada, quizá decepcionado por no haber encontrado a alguien detrás de él aunque ya sabía que sería así.
Desayuna en silencio, sin sentarse ni salir de la cocina, con la mirada perdida en el gris del cielo que lo aprisiona a través de la ventana. Empieza a llorar sin darse cuenta.
"Parezco gilipollas" se dice, secándose las lágrimas. "No. Soy gilipollas."
4 minutos
Desayunado, con algo más de fuerzas, vuelve a su habitación y abre el armario. Alarga el brazo para coger una camisa, pero una llamada al móvil desvía su atención. Duda si mirar la pantalla será buena idea.
Pero mira igualmente. Ve el nombre del contacto. No es quien desearía que fuera. Pero lo coge.
Es su tía. Hacía meses que no hablaba con ella, y le alegra volver a oír ese "Hola" carrasposo que tantas veces escuchó en su infancia al visitar a su prima Raquel, que consideraba directamente una hermana. La quería mucho y seguía hablando con ella muy a menudo.
"Raquel... Ha sufrido un infarto. ¿Puedes venir al hosp-"
Después sólo se oyeron gritos, pitidos mecánicos y lloros gritando el nombre de su prima. Pero no a Raquel.
2 minutos
No quiso pensar. No necesitaba pensar. Sabía que aquel cielo gris, aquella luz lúgubre que teñía su vista y aquella llamada eran una invitación.
Salió de casa, aún en pijama, al descansillo. Subió las escaleras y abrió la puerta de la azotea.
Salió de casa, aún en pijama, al descansillo. Subió las escaleras y abrió la puerta de la azotea.
27 segundos
Miró hacia el suelo, que debía estar a decenas de metros, y sintió lágrimas que no llegaban a salir.
Empezó a llover. Y saltó.
"Patético" pensó. Y cerró los ojos.
1 segundo antes de que todo fuese olvido.
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