jueves, 19 de diciembre de 2019
2019/12/19 - Nieve
Cada vez que miro por la ventana me asalta la duda de si algún día recuperaré la ilusión infantil que me invadía cuando veía los copos de nieve caer antes de que te marcharas. Lo cierto es que siento por ello un vacío que no es sino una prueba más de que perderte fue, probablemente, lo más doloroso y ponzoñoso que tendré que sufrir nunca, Laura.
Cuando me da por quedarme embelesado viendo caer los copos de nieve recuerdo todo lo que, contigo, entendía por felicidad. Todo aquello que ahora es dolor y cada invierno regresa a mi vida sin intención de darme un respiro. Te echo de menos. Lo que representabas, lo que aportabas a mi vida. Echo de menos poder decir que soy feliz, poder levantarme cada mañana siendo consciente de que no hay mejor regalo de Navidad que tenerte a mi lado. Te echo de menos.
No sé si alguien, o algo, leerá estas líneas y decidirá acabar con lo que me está pareciendo una espera eterna haciendo que vuelvas. Quizá bajo otro nombre, quizá desde otro lugar. No sé si debería haber mantenido los pedazos rotos del recuerdo que dejaste impregnado en mi esencia, pero supongo que ahora ya es demasiado tarde. Solo puedo esperar y tener fe en que algún día, en Navidad, vuelva a poder lucir una sonrisa que nazca de la felicidad y no del agotamiento.
Ahora me veo obligado a vivir sabiendo de tu ausencia. Pensaba que, con el paso del tiempo, lograría acostumbrarme. Deseaba poder dejarlo atrás. Pero el tiempo, al final, ha sido el que me ha mostrado de la forma más fría y cruel que no es posible olvidar aquello que antaño llegaste a considerar merecedor de tu propia vida. Y eso es lo que me atormenta.
Las navidades no son más que un recordatorio, una nota a pie de página que me obliga a llevar la cuenta de los segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años que llevo inmerso en el vacío en el que se ha convertido mi existencia. Un aviso de que, me guste o no, voy a volver a contemplar el amanecer sin poder tener a nadie junto a mí.
Tengo la sensación de que nunca volveré a poder estar contigo. Y me aterroriza. Me esfuerzo por convencerme, al mismo tiempo, de lo contrario y de que no debe afectarme, pero has pasado a representar demasiado para mí. Te has convertido en lo único a lo que aspiro, en la solución para la soledad que me derrotó y que, todavía hoy, continúa zarandeando aquello que hace unos años habría reconocido como mi persona.
Espero que algún día podamos encontrarnos. Vivir tranquilamente y disfrutar de nuestros lazos. Reconocer en nuestro día a día una fortuna que, por desgracia, se me lleva negando durante tanto tiempo que he empezado a perder la esperanza.
Y espero, también, poder pasar tardes enteras viendo cómo las calles se tiñen de blanco con cada copo de nieve que pase frente a nuestra ventana. Sin ninguna otra preocupación. Solo nosotros dos, recostados en un calor que sane mis heridas más profundas. Solo tu sonrisa. Solo tu nariz enrojecida por el frío. Solo tus ojos brillantes y de mirada sincera. Solo nosotros.
Que el más maravilloso de los hilos musicales que pueda acompañarnos en dicha situación quede eclipsado por la belleza que contempla mi alma.
Por desgracia, eso también acaba convirtiéndose en veneno.
La mera idea de la velada que siempre desearé poder vivir contigo nunca dejará de ser un veneno lento y despiadado. No por lo que podría llegar a ser, sino porque nunca será. Nunca llegaré a vivir algo así. Nunca podré dar las gracias a la vida por permitirme disfrutar de algo así a tu lado. Nunca tendrá lugar fuera de los mundos que construya al irme a dormir. Eso es lo que más me duele.
Eso es lo que no me deja vivir.
El hecho de saber que voy a tener que resistir este dolor durante toda mi vida. Una carga pesada y ominosa que, sin haberte tenido entre mis brazos, me forzará a echarte de menos quiera o no. Y cada segundo con más intensidad. Con más dolor. Con más de lo que, ahora mismo, solo alcanzo a entender como 'vida'.
Quizá algún día tengo la capacidad de abandonar estos sentimientos. Si llega ese día, si consigo volver a ser feliz, te estaré esperando al final del camino. Hasta entonces, como sabes, seguiré andando.
Hasta entonces, seguiré esperándote.
Hasta entonces, Laura.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario