No tengo respuesta. Un humano, una persona que siente y padece, uno más entre la multitud, sí, pero; ¿qué soy? Cuando muera, ¿qué quedará de mi? ¿Qué importancia tendré en el tiempo?
¿Por qué si no sé nada de eso tengo que vivir en las profundidades de los sentimientos humanos?
¿Por qué si no he hecho nada malo, intento ayudar en lo que puedo y trato bien a todo el mundo tengo que plantearme esas cosas? No tiene sentido. ¿Por qué no puedo sentir que la vida es justa si tengo un techo, una familia y amigos? ¿Soy el único que siente más allá de lo material o de lo que se ve?
Nos han dotado de sentimientos y sólo me sirven para plantearme mi existencia y la dudosa justicia que esta imparte a mi día a día. Conozco la felicidad absoluta, el sentimiento de no necesitar nada, el estar enamorado, el levantarse sabiendo que tu día va a ser una maravilla, el no necesitar pensar para disfrutar de la vida. Y no tengo nada de eso. ¿Por qué? ¿Por qué he conocido todos esos sentimientos y se me han quitado de golpe y en conjunto? ¿Y por qué dentro de mí sigo viendo la obligación de sonreír a todo el mundo y hacer lo que sea por ellos cuando la vida no me lo devuelve más que con permitir que mi corazón siga latiendo?
A veces simplemente siento que la vida es esto. Un eterno sentimiento de querer más, una ambición desbocada por cosas que bajo tu mirada parecen pequeñas. No sé qué creer. Hasta este año, quizá, no había sentido y pensado a la vez. No me había planteado que todo lo que me ocurre me ocurre a mi, que todo lo que pienso lo pienso yo y que todo lo que siento lo siento yo. No es algo colectivo. Somos yo y el mundo. Los demás forman parte del mundo, claro está, y es un mundo que amo. Pero en la vida, al final, sólo hay dos constantes: la persona y el mundo en el que vive.
Sentirse insignificante no es algo nuevo. Es algo a lo que me acostumbré rápido hace poco, realmente. No es el sentir que no eres nada en el universo lo que puede destrozarte por dentro; por lo menos yo creo que no. Creo que lo que te mata por dentro es el por qué. Quieres más, pero no eres más que un humano de tantos. Al no tener lo que deseas, te preguntas la razón por la que sigues comportándote como si tu vida fuese perfecta. "Te conformas", pensaréis algunos. Y tendríais razón. Pero no en todos los ámbitos eso puede durar para siempre.
En lo emocional, en lo que a sentimientos se refiere, ese "Te conformas" es una bomba de relojería que, además, no explota de golpe. Un día repentino empieza a dominarte la duda, el deseo de cumplir con tus objetivos sobre el tema en cuestión, y no te abandona. La explosión de la bomba va aumentando su onda expansiva con cada día que pasa, destrozando todo aquello que encuentra a su paso. Y no deja de avanzar; por lo menos yo no he podido contemplar el final.
Acabas por sentirte ajeno a la vida. Un ser vivo que se siente ajeno, precisamente, a la vida: a su vida. Parece un sinsentido. El no querer vivir lo que te están dando, aunque las cosas te vayan "bien", es mucho peor que vivir algo malo, probablemente.
Creo que no es justo.
Creo que por lo menos merezco cierta compensación por sentirme vacío cada noche.
Quizá ese es el problema.
Quizá el problema es precisamente que creo que la vida me debe algo, cuando se supone que soy yo el que le debo a la vida. Estar vivo es un lujo, no tengo duda alguna. ¿Pero estar vivo sin sentirse completo? ¿Eso es un regalo?
Eso es un préstamo.
Se te permite vivir, ver mundo, conocer gente; pero no se te da lo que quieres. ¿Hasta qué punto es eso justo? No hay nadie a quien quejarse o pedir explicaciones cuando te sientes completamente roto y el alma acaba por pesarte más que tus propios problemas. ¿Por algo así tengo que dar las gracias? Realmente no lo sé. Supongo que sí, porque, como decía, mi corazón sigue latiendo, pero no lo sé.
No sé cuántos textos de este tipo más voy a tener que hacer para sentirme a gusto con todo lo que me rodea y conmigo mismo. Sinceramente, creo que simplemente me sirven para tener la mente ocupada durante un rato y poco más. No me llevan a una vida mejor ni nada por el estilo, además de que nadie va a poder leerlo y ofrecerme ayuda. Yo sé lo que necesito, pero no es algo que alguien pueda ofrecerme desinteresadamente, por ayudar. No dependo del mundo, sino de la vida. Y la vida me da la espalda mientras me ahogo en un mar del que no sé cuántas veces más tendré que salir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario